RELATO DE LO QUE PUDO
HABER SIDO Y NO FUE
¿Sabes? En realidad me hubiera encantado vivir para
siempre junto a ti. Podríamos haber
recorrido el mundo en un beso bajo la luna de tu mirada, reír hasta dormirnos
en la cuna de nuestros sueños y cantar canciones de AC/DC a las 4 de la
madrugada desafinando cada nota. Los
vecinos podrían haberse quejado cada día y no sólo por la melodía de nuestras
voces al fundirse juntas cuando el mundo duerme. Cada mañana hubiéramos pintado nuestros
buenos días de café con leche y chocolate, que siempre sabe mejor. Hubiéramos apagado la oscuridad a besos y
encendido la noche con canciones de amor, que se viven mejor si consigo
acariciarte en el atardecer de tu mirada.
Nos hubiéramos comido el mundo a base de comernos a besos. Pero no lo hicimos. Te quería y nunca te lo dije, así que nuestra
historia, amor, fue el “pudo haber sido y no fue” más grande de mi vida. Y el más doloroso también. El problema era que te quería, y creía que
todo el mundo era mejor que yo para estar a tu lado cuando tu corazón latiera
en forma de música. Todo duele, pero ya
es tarde. Va siendo hora de olvidarte,
cariño. Al menos por hoy.
Clàudia Molina
3º ESO (primer premio)
MI OTRA YO
La
prisión no tenía paredes. Estaba
atrapada. Atrapada en una persona que no
era yo, una mente que no era la mía. No
podía escapar, y de repente, un silencio mortal. No estaba sola. Allí, en la esquina, en el fondo de lo que
parecía ser la oscura y fría nada, se podía distinguir una figura rodeada de la
penumbra, mi otra yo. Lloraba sin
descanso alguno, y por un momento dudé hasta de acercarme. Dudé de mí, y ella, cómo no, lo sabía. Me miraba de una manera escalofriante, pero
me atraía, pude saberlo ya que segundos después me descubrí a mí misma
caminando hacia ella. No sabía qué podía
pasar, y la verdad es que me asustaba saberlo.
Ya estaba frente a ella, y sentí el terrible impulso de acariciarle la
piel. Estaba helada… Como si no fluyera sangre por sus venas
… Como si no estuviera … viva …
Su
interminable llanto cesó en el momento en el que mis dedos se pusieron en
contacto con esa pálida piel. Sus
enormes ojos me observaban mientras me agarraba fuertemente la muñeca. Y en un instante se volvieron blancos, y su
pelo se encrespó. Entonces lo vi. El día del accidente. El día de mi muerte.
Yáiza Camacho
3º ESO (segundo premio)